Hace cinco años, durante la Cumbre Mundial de la Salud se afirmó que, en 2080, entre 43% y 50% de la población mundial no tendrá acceso al agua potable, tomando en cuenta que actualmente 2.1 billones de personas carecen de acceso a servicios de agua potable gestionados de manera segura, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.
¿Y en México como estamos? En principio, contamos con 635 acuíferos a lo largo del país, sin embargo, la mala calidad del agua superficial limita su aprovechamiento, en términos de DBO (demanda biológica de oxígeno) lo que hace que, de todos ellos, 106 se encuentren sobreexplotados, especialmente en zonas de interfase agrícola y urbana. Esto nos plantea un horizonte previsible de agotamiento y la contaminación por minerales naturales que significan graves problemas de salud pública, desglosándose de la siguiente manera:
- 7% del agua superficial se encuentra contaminada o fuertemente contaminada.
- 2% del agua superficial tiene calidad aceptable.
- 1% del agua superficial observa calidad buena y excelente.
Y aunque desde hace tiempo sabíamos que la escasez de agua potable amenazaba con convertirse en un grave problema para todo el mundo, concientizar a la población para implementar estrategias que ayuden a lidiar con la crisis del agua es cada vez más urgente.
Tomando estos factores en cuenta es que a lo largo de los años se ha visto a la desalinización como la mejor alternativa para dar solución a esta crisis, sin embargo, para que la desalinización se convierta en una solución viable, se necesita o mucha energía barata o la manera de hacer que el proceso sea más eficiente. Además de que debemos destacar que estas posibles alternativas deben de dar solución no nada más para el agua que consumimos y utilizamos de manera personal, sino también para la producción y procesos de fabricación de cualquier producto, ya que sin ella no se puede tener una alternativa de generación de energía.
Finalmente, me parece esencial no terminar este artículo sin hacer conscientes a mis lectores de que el agua es un derecho humano y por lo tanto todas las personas del mundo, en donde quiera que vivan, deben tener derecho a disponer de agua potable y de sistemas sanitarios en condiciones de salubridad y por lo tanto, la mejor manera de asegurar este derecho es impulsando acciones claras que fomenten el consumo sensato del agua y buscando la regulación correcta de la protección de las aguas.