Del agua que se inyecta a las redes urbanas y agrícolas, sólo una baja cantidad llega a su destino.
Con esta tendencia, los recursos económicos nunca serán suficientes para solventar los gastos de operación, ni para las inversiones que se requieren. En las redes urbanas de agua, el promedio nacional de eficiencia operativa anda en 50 por ciento y el índice de cobro comercial también ronda el 50 por ciento, resultando en una eficiencia global del 25 por ciento. Lo anterior quiere decir que se pierde la mitad del agua en los sistemas de distribución, y se puede asociar directamente al deterioro de la infraestructura en la operación; cobrando solo la mitad de la que llega a su destino, relacionando esto a deficiencias de facturación o cobro al referirnos a las pérdidas comerciales.
Las razones por las que no llega el agua a su destino son diversas: porque las redes son muy viejas; el diseño de presiones entre los sectores de la propia red no está bien hecho; no hay macro ni micro medición de los volúmenes de agua (lo que significa que no hay un registro confiable del agua que sale del origen, ni de la que consume el usuario final); y porque la batería de pozos no está bien mantenida.
Existe una gran oportunidad en México para desarrollar y mejorar la infraestructura hídrica, ya que hay un enorme rezago en muchos de sus subsistemas. Hasta ahora, el foco ha estado en los trasvases de agua entre cuencas: llevar el líquido de las que tienen excedentes hacia las que muestran faltantes. En paralelo, se buscan nuevas fuentes como pozos o la implementación de plantas desaladoras. Pero en lugar de invertir en nuevas fuentes o grandes trasvases, se podrían destinar esos recursos para la eficiencia de los sistemas de distribución, lo que nos daría un mayor volumen de agua recuperada.
Lograr eficiencias en el sector agrícola tendría aún mayor impacto que en el urbano. A mismos montos de inversión, la recuperación tendría una proporción de 6 a 1 en los volúmenes de agua a través de la tecnificación del riego. Desde la nivelación de parcelas para que el agua en el riego rodado (por gravedad) tenga una mayor eficiencia, hasta lo más sofisticado que es el riego por goteo, y todo lo que hay en medio como microaspersión u otros esquemas. Si trabajamos en eficientizar las redes y rentabilizarlas, tendríamos sobrantes de agua o podríamos recuperar la que actualmente se pierde.
Para que estos proyectos se hagan realidad y no queden sólo en buenas intenciones, se puede aprovechar la participación de la iniciativa privada, tanto con inversión como con la aportación de experiencia en la operación y mantenimiento. Este modelo ha sido probado con éxito en México y en diversos países alrededor del mundo, ya que aumenta la capacidad financiera de los servicios mediante los incrementos de los flujos de caja.
Ante todo, debemos tener en mente el derecho humano al agua, la participación del sector privado debe fomentar que la población tenga acceso al vital líquido, garantizando una cantidad de agua suficiente para el uso doméstico y personal (entre 50 y 100 litros de agua por persona al día), de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Hagamos equipo, gobierno y sector privado para desarrollar proyectos que provean primero estas cantidades de manera gratuita a la población, resolviendo el derecho humano al agua, para posteriormente, tener la posibilidad de rentabilizar otros volúmenes para uso recreativo o comercial, generando un retorno de la inversión al capital privado que invierte.