El proyecto de iniciativa de la Ley General de Aguas que la Comisión de Recursos Hidráulicos, Agua Potable y Saneamiento de la Cámara de Diputados presentó el 19 de junio de 2020 pretende, entre otras barbaridades, restringir el uso del agua para la agricultura de riego e iniciar un proceso progresivo de desconexión para erradicar de las ciudades el uso del agua en actividades comerciales, turísticas, de servicios e industriales: es un verdadero atentado histórico.

El control del agua para la agricultura comenzó alrededor del año 4000 antes de nuestra era, en Eridu, al norte de Mesopotamia, hoy en día Irak, mediante la construcción de una zanja para desviar y conducir parte del escurrimiento del río Éufrates y regar los campos en épocas de estiaje. Esta primera revolución del agua dio origen a la irrigación y, por primera vez, hubo excedentes de bienes agrícolas, liberándose así el trabajo de una parte de la sociedad para producir sus propios alimentos y, de esa manera, pudo dedicarse a otras actividades.

El cultivo fue un descubrimiento revolucionario. No sólo hizo posible los asentamientos humanos y la formación de centros urbanos, sino que proveyó una fuente confiable de alimentos. Con mayores cantidades de comida, más gente podía ser nutrida. La población se incrementó y el creciente número de personas disponibles para otro tipo de trabajos condujo al desarrollo de estructuras sociales más complejas.

Las matemáticas fue una consecuencia temprana de la irrigación. El hombre estudió el movimiento de la Luna, el Sol y los planetas para determinar las estaciones del año. Al hacer eso se crearon los primeros calendarios, con los cuales fue posible definir el comienzo de cada ciclo agrícola. La medición de los lotes de tierra fue necesaria para dividir la propiedad privada de manera precisa. Las pesas y medidas fueron requeridas para las semillas, los frutos y el agua y de ahí surgió la contabilidad, precursora de las primeras nociones de economía. Posteriormente arribaron los conceptos para valorar las mercancías, y el intercambio de dinero por bienes y servicios se volvió común.

La segunda revolución del agua ocurrió a partir del año 500 de nuestra era, cuando los romanos introdujeron acueductos y sistemas de canales y tuberías, tanto para abastecer agua limpia como para drenar el agua usada. A medida que las ciudades crecieron, la salud pública menguó debido a que los desechos que fluían desde las cañerías transmitían enfermedades relacionadas con el agua, tales como el cólera y la tifoidea.

A fines del siglo XIX nació la tercera revolución del agua, cuando se diseñaron los primeros procedimientos para potabilizar el agua, lo que condujo a beneficios en la salud antes inimaginables. No obstante, la tecnología moderna y el crecimiento socioeconómico causaron que las ciudades expulsaran cada vez una mayor cantidad de desperdicios, contaminando no sólo los alrededores urbanos, sino también sitios muy alejados.

Después de décadas en el deterioro de los ríos, lagos y estuarios que circundan las ciudades, hacia 1960 se dio la cuarta revolución del agua: la depuración de las aguas servidas. Y se avizora la quinta revolución del agua, que se presentará más temprano que tarde: no se trata de remover la sal del agua de mar ni de tratar las aguas negras urbanas hasta el punto de hacerlas potables, sino de invertir en una administración del agua más eficiente, la cual deberá ser mucho más efectiva que extender indefinidamente los actuales sistemas de distribución de agua potable y recolección de aguas residuales.

Por tanto, el abastecimiento de agua para la agricultura de riego es la base de la civilización y las ciudades son poblaciones que gozan de mayores preeminencias que las villas, tales como el turismo, los servicios, el comercio y las industrias.

Si el agua es el ingrediente esencial de la vida, entonces el abastecimiento de agua es el ingrediente esencial de la civilización. Por ello, la pregunta inevitable es ¿cómo alguien que no se informa de manera apropiada acerca de la historia de la irrigación y del urbanismo puede emitir prejuicios tan tajantes en relación con la administración de las aguas nacionales y con la prestación de los servicios públicos domiciliarios de agua potable y saneamiento? El proyecto de iniciativa de la Ley General de Aguas de la Comisión de Recursos Hidráulicos, Agua Potable y Saneamiento de la Cámara de Diputados está escrito con la seguridad que sólo la absoluta ignorancia puede dar.

El proyecto de iniciativa de la Ley General de Aguas ignora la historia

Humberto Armenta

Ingeniero Civil y empresario mexicano, fundador de Recsa.

Categoria: Infraestructura y Construcción
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