Históricamente, el sector de la construcción nos ha demostrado a través de diferentes épocas y sucesos, su capacidad de resiliencia frente a la adversidad. Sin embargo, es interesante evaluar de qué manera es que el sector ha salido al rescate de las economías y en ese sentido, evaluar el contexto en el que debamos de hacer prácticas similares durante la crisis sanitaria y financiera que enfrentamos actualmente.
Debemos tomar en cuenta que entre 2006 y 2009, la crisis financiera mundial causó la desaparición de más de 5 millones de empleos, solo en el sector de la construcción, de acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Mientras que, en 2020, su pronóstico fue que la pandemia de Covid – 19 tendría una repercusión mucho mayor en el sector laboral, a través de dos áreas fundamentales: cantidad de empleo y calidad del trabajo.
En 1929, durante la Gran Depresión, una parte importante del New Deal aplicado por el presidente 32° de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, se enfocaba en la construcción de grandes obras públicas para dar trabajo a la población desempleada y que dio grandes resultados a través del crecimiento de los índices económicos y el fortalecimiento de la intervención de la iniciativa privada en el sector, y que posteriormente países como Francia, Alemania e Inglaterra terminaron implementando programas de gasto público similares que dieron muy buenos resultados.
Años más tarde, al termino de la Segunda Guerra Mundial, la infraestructura de transporte se veía seriamente afectada, debido a que ferrocarriles, puentes y carreteras habían sido destruidos y, por ende, la destrucción de la infraestructura había dejado a los países económicamente aislados. Con la llegada del Plan Marshall en 1948, se generó un impulso a la reconstrucción en Europa Occidental y se contribuyó a la renovación del sistema de transporte, equipos industriales y agrícolas y se aumentó la productividad del comercio interno entre los países europeos.
En América Latina, esto tampoco ha sido la excepción, en 2009 las principales economías de la región anunciaron paquetes de estímulo, a través del aumento en el gasto de obras públicas de transporte, energía, agua y saneamiento. Posteriormente, un análisis realizado por el Banco Mundial señaló que estos proyectos tendrían el potencial de generación de un promedio anual de 400,000 empleos por cada $1,000 USD millones invertidos.
Al analizar estos ejemplos ocurridos en contextos históricos completamente distintos, es que debemos evaluar que pronósticos se tienen para las iniciativas que se han planteado en México en materia de infraestructura y que nos puedan llevar a la salida del estancamiento económico en el que nos encontramos, misma que ya ha sido catalogada como “profunda recesión” por el Fondo Monetario Internacional, con una previsión de la caída de la economía nacional de menos del 9% para este 2020.
De acuerdo con el Acuerdo Nacional de Inversión en Infraestructura anunciado en noviembre del año pasado por el sector empresarial y el Gobierno Federal, se contemplan inversiones privadas por 859,000 millones de pesos para el arranque de 147 proyectos, de los cuales 101 incluyen carreteras, ferrocarriles, trenes, puertos y aeropuertos, así como 12 para agua y saneamiento. En este sentido, analistas y expertos en materia financiera han pronosticado que los impactos de este programa en la economía son realmente positivos, sentando las bases para la reactivación del Producto Interno Bruto (PIB) y alentando a que se abra la oportunidad de futuras obras que podrían incentivarse por parte de la iniciativa privada, tanto nacional como extranjera.
Estos pronósticos se vuelven sumamente alentadores, bajo un contexto en el que actualmente el Gobierno Federal únicamente destina alrededor del 2.5% de su PIB, mientras que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) refiere que los países en vías de desarrollo deben invertir en infraestructura entre el 5.0 y 8.0%.
Finalmente, no debemos dejar a un lado que para que la infraestructura se comporte como un promotor del crecimiento económico de un país y genere fuentes de empleo, se debe invertir en los recursos necesarios para contar con proyectos basados en la innovación, digitalización y sostenibilidad requerida para lograrlo.
“Hemos entrado en un círculo vicioso en el que no hacemos nada porque no tenemos dinero, pero es precisamente porque no hacemos nada que no tenemos dinero”. – Declaración de John Maynard Keynes ante un comité británico durante la Gran Depresión.