Flash Flood Water
Rushing Flash Flood Water Closeup Photo. Flood Disaster.

La naturaleza y la gravedad de las secuelas debidas a fenómenos meteorológicos y climáticos extremos no dependen sólo del peligro que implican los propios sucesos, sino también de la exposición, la vulnerabilidad y la resiliencia.

El peligro se deriva de un evento físico o actividad humana que puede causar la pérdida de vidas o lesiones, daños a la propiedad, alteración social y económica o degradación ambiental. Los peligros pueden ser naturales (geológicos, climatológicos, meteorológicos, hidrológicos y biológicos) o artificiales (ambientales o tecnológicos). La exposición es la presencia de personas, medios de subsistencia, servicios y recursos ambientales, infraestructura, o activos económicos, sociales o culturales en lugares donde pueden resultar deteriorados por un peligro natural o antrópico.

En términos generales, la vulnerabilidad se refiere a la incapacidad de resistir los efectos de un ambiente hostil. En el ámbito de la meteorología y la climatología, la vulnerabilidad es la propensión para resultar perjudicado a consecuencia de la debilidad o situación de una persona o grupo social que influye en su capacidad de anticipar, afrontar y resistir los efectos adversos de los acontecimientos físicos. La resiliencia es la capacidad de un sistema y sus componentes para anticipar, absorber, acomodar o recuperarse de los efectos de un evento peligroso de manera oportuna y eficiente, asegurando la preservación, restauración o mejoramiento de sus estructuras y funciones básicas.

Los eventos hidrometeorológicos extremos se consideran desastres cuando producen daños generalizados y provocan alteraciones graves en el funcionamiento normal de las sociedades. Los desastres son una combinación de peligros, estados de vulnerabilidad y medidas insuficientes para mitigar los resultados negativos del riesgo. Un peligro se convierte en un desastre cuando coincide con una situación vulnerable, es decir, cuando los pueblos son incapaces de afrontarlo con sus propios recursos y capacidades.

Por tanto, los peligros son naturales, pero los desastres no lo son. No hay nada “natural” acerca de un desastre. La naturaleza impulsa los peligros ―terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, sequías, etc.―, pero los seres humanos inducen el desastre. Una inundación no se puede evitar, pero puede prevenirse que se convierta en un desastre.

Entonces, las inundaciones son naturales, pero el riesgo de inundación es predominantemente humano. El riesgo es la probabilidad de consecuencias nocivas o pérdidas indeseadas (defunciones; lesiones; daño a propiedades, interrupción de actividades económicas, alteración de los medios de subsistencia y deterioro del medio ambiente) que resulta de las interacciones entre los peligros naturales o los inducidos por la humanidad y la vulnerabilidad de las poblaciones.

El peligro es la probabilidad de que ocurra un evento; la exposición corresponde a la población y los bienes ubicados en una zona que puede resultar trastornada; vulnerabilidad es el valor perdido cuando un activo se ve deteriorado por un peligro, y el riesgo es el valor monetario promedio de los daños y pérdidas que los desastres infligen a los activos, por lo general medido como el precio de remplazo o reparación. La resiliencia es, en principio, la capacidad individual para recuperar los activos dañados, pero de manera más general, es la capacidad de la economía para minimizar las consecuencias de las mermas de activos en el bienestar.

Por tanto, el riesgo es proporcional al peligro, la exposición y la vulnerabilidad, e inversamente proporcional a la resiliencia.

Así, una respuesta que ofrece el ordenamiento territorial es delinear la zonificación de una manera más positiva para reducir inundaciones: en vez de simplemente prohibir el desarrollo de nuevas áreas a través de regulaciones de zonas inundables, las autoridades pueden promover el desarrollo hacia los terrenos más seguros, mediante la provisión de infraestructura y otros servicios.

Es evidente que los riesgos deben abordarse desde una perspectiva de prevención, ya que la fragilidad de las poblaciones y la infraestructura ubicadas en zonas inundables, vinculada con las limitaciones socioeconómicas de sus habitantes, fortalece al peligro y el riesgo, pues la pobreza es un rasgo estructural que potencia la vulnerabilidad. De igual modo, la exposición de las personas bajo estas condiciones circunscribe a los pueblos y ciudades con las inundaciones fluviales y de lluvias intensas, mostrando la importancia del uso del suelo y el emplazamiento de la infraestructura y el establecimiento de los asentamientos humanos en sitios más seguros.

Una sequía es un periodo de varios meses o años en los cuales una región experimenta una disminución en la disponibilidad de agua que suele tener, ya sea superficial o subterránea. La sequía meteorológica ocurre cuando en un área la precipitación pluvial registra constantemente valores por debajo de su promedio temporal. Una sequía agrícola es aquélla en la que las condiciones de humedad en el suelo provocan una deficiencia de agua disponible para los cultivos, lo cual se debe, por lo general, a una disminución en la precipitación, pero también se produce o agrava debido a prácticas agrícolas inadecuadas.

Una sequía hidrológica se presenta cuando el agua disponible en ríos, acuíferos, lagos y presas de almacenamiento se halla por debajo de su valor promedio; esta sequía tarda más en hacerse evidente porque suele involucrar el uso de un volumen de agua almacenada superior al que se renueva y, al igual que la sequía agrícola, con frecuencia la provocan causas adicionales a la disminución de la lluvia. Aunque es común que las sequías subsistan por varios años, incluso una sequía breve, pero muy intensa, puede causar un severo desequilibrio en la provisión del servicio de agua potable: la sequía socioeconómica es aquélla en la que la demanda de agua es superior a la oferta como resultado de una deficiencia en el abasto de agua causada por eventos climáticos.

La seguridad hídrica ante sequías e inundaciones requiere trabajarse aún más en México, ya que existe poca información acerca de los daños por sequías y, la disponible para inundaciones, es insuficiente. Los daños y pérdidas por inundaciones, calculados por el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), se muestran en la Ilustración 13. Las inundaciones dejan tras ellas, además de perjuicios económicos significativos, el menoscabo de un número elevado de vidas humanas, Ilustración 14. Las inundaciones en las riberas de los grandes ríos mexicanos, con un periodo de retorno de 40 años, abarcan una extensión de 162,000 kilómetros cuadrados.

Las catástrofes asociadas con inundaciones aumentan al incrementarse las presiones urbanas sobre las márgenes de los ríos, sus llanuras de inundación y otras áreas que devinieron en inundables, como sucede en algunas ciudades donde se han disminuido o eliminado los drenajes naturales. Las inundaciones son un fenómeno natural en tanto los ríos se desbordan de su cauce y se derraman hacia las planicies, pero se convierten en desastres sólo cuando hay asentamientos humanos o infraestructura vulnerables en las zonas inundables, ya sea para usos industriales, urbanos o agrícolas.

La consideración de los aspectos físicos, tecnológicos, económicos, sociales, institucionales y políticos de la administración de riesgos hídricos por sequía e inundación en una cuenca, durante la etapa de planeación, conduce a determinar las políticas públicas que tienen que establecerse, pero generalmente omite las maneras de obtenerlas ―las herramientas de instrumentación―, cuya forma más acabada es un programa presupuestario.

Todo pronóstico meteorológico es inherentemente dudoso. El carácter caótico de la atmósfera, junto con las deficiencias inevitables en las observaciones y los modelos computacionales, resultan en previsiones poco certeras, cuya inexactitud por lo general aumenta con el tiempo de antelación del pronóstico y varía con las condiciones meteorológicas y la ubicación del sitio bajo interés. De esta manera, la incertidumbre es una característica fundamental del tiempo, el clima estacional y la predicción hidrológica, y ninguna previsión está completa sin una estimación de su precisión. Por ello, para fortalecer las decisiones de la sociedad relativas al tiempo, el clima estacional y las conjeturas hidrológicas es preciso comunicar de manera efectiva la información relativa a la mutabilidad de las predicciones y pronósticos hidrometeorológicos.

A través de los años se ha demostrado que los pronósticos basados en mediciones e incluso las predicciones probabilísticas siempre tienen un valor económico superior a las previsiones categóricas o a las apoyadas con promedios climáticos, y que incluso las predicciones poco fiables de la precipitación y el escurrimiento son más útiles para reducir los costos de las decisiones que los pronósticos categóricos. Por tanto, es imperativo transitar de la generación de pronósticos deterministas a otra donde la incertidumbre del pronóstico sea una parte integral de éste, además de comunicarlo de manera que lo comprenda la mayor parte de la sociedad.

Hoy en día, muchas personas están familiarizadas con información del tipo: “la probabilidad de lluvia para hoy es de 30%”. Algunas tendrán apuro con el vocablo probabilidad, por lo que para quienes tienen dificultad con probabilidades numéricas y prefieren un enfoque menos analítico, la incertidumbre en el pronóstico puede expresarse mediante frecuencias relativas en lugar de probabilidades. Por ejemplo, puede recurrirse a una descripción verbal de la confianza, tal como confianza muy elevada, elevada, media, reducida y confianza muy reducida.

Con el fin de aumentar la resiliencia nacional se necesita preparación para afrontar riesgos y, por desgracia, desastres también; acciones de respuesta y recuperación ante éstos, así como formular estrategias que permitan abordar la adaptación al cambio climático y su mitigación. Mejorar la capacidad de recuperación de la nación no será fácil ni barato. Pero la urgencia está ahí y es imperativo comenzar el proceso ahora con el propósito de lograr que la nación sea más segura, fuerte y sostenible.

Prevención y protección contra fenómenos hidrometeorológicos extremos

Humberto Armenta

Ingeniero Civil y empresario mexicano, fundador de Recsa.

Categoria: Apuntes sobre la gestión hídrica
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